Fragmentos de:

El doble y sus copias,

novela de Martín Mazora
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.–Ya peronizamos la radio, el balcón y la plaza –me dice don Diego que le dijo Perón la tercera vez que se vieron–. Ahora tenemos que peronizar los diarios, ¡los diarios son muy importantes! Para difundir una causa, no hay como la palabra impresa. Es una cuestión de tradición: desde Moisés para acá, las grandes verdades siempre se pusieron por escrito. Por eso la prensa es tan importante para un conductor, ¡calcule!, estampada en los diarios hasta la mentira más burda se vuelve creíble –y el General me guiñó el ojo, me dice el viejo, guiñándome el suyo a su vez.
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–Por algo, Carlu –me aclara don Diego–, también Dostoievski tuvo su propio periódico, Diario de un escritor. Él mismo lo escribía, él solo. ¡De pe a pa, y a piacere! Los hombres titanes, caro mio, no se andan con chiquitas.

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–¡Pensá un po’, pensá un po’: compañeros, muchachos, comunidad, tercera posición, los grandes símbolos de Dostoievski... ! Y me decís que todo eso se fue a la basura.


–Lenguaje publicitario, propaganda electoral, don Diego –reconfirmo mi apreciación.


–¿Pero cómo es posible, cómo... ? Eso, mirá, te lo digo yo, te lo dice don Diego Battista, es la victoria del Brujo... López Rega no pudo retener el poder, el movimiento se unió para desplazarlo del trono. Esa vez nos unimos todos, y ¡paf!, lo sacamos a las patadas. Pero él tipo logró lo que se había propuesto, lo que más quería, aniquilar el espíritu de Dostoievski, borrar sus huellas en la doctrina peronista. ¿Un peronismo sin Dostoievski...? ¿Qué es el peronismo sin el espíritu de Dostoievski? Un discurso vacío. Tu l’hai detto: parole vuote.

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Usted nunca puede fiarse de un gato -me cuenta don Diego que le dijo el General-, jamás... hoy lo tiene ronroneando a su lado y mañana se va con el vecino de enfrente. ¿Por qué? Porque el vecino volvió del mercadito con un bofe en la bolsa. Un conductor tiene que saber, exactamente, a cuál de los dos bandos pertenece cada potrillo, cada ternero, tiene que saber cómo se divide su ganado. Eso lo aprendí observando la naturaleza y leyendo el libro de la vida. Por eso, Battista, yo siempre tengo bofe en la heladera. En política es así, cuando las cosas se ponen difíciles, hay que tener a mano bofe en abundancia y repartir sin mezquinar.
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–Dos años después –me cuenta don Diego, con los ojos empañados–, comenzó la construcción de las primeras cinco mil casas... en Ezeiza, ciudad Evita. ¡La conocés! El día que me vine a Italia, de camino al aeropuerto, me hice llevar al barrio. Fue mi despedida de la Argentina. Me quería ir del país con esa imagen. Las casas... chalets, son chalets, mucho verde, árboles, plazas. Mirá, la ciudad se llama Evita, y está bien, perfectamente bien, con toda justicia, ella era la abanderada de los humildes, pero podría haberse llamado ciudad Dostoievski, filosóficamente hablando, ciudad Dostoievski. Una de las grandes verdades peronistas, ¡carajo!

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–Y la mayoría de esos símbolos provienen de Dostoievski –mitad sentencio, mitad me asombro.

–Sí, la mayoría, pero attenti, no todos son puros, muchos fueron reelaborados, algunos más, otros menos. Perón los fue resignificando, enriqueciéndolos con su propia visión. Por ejemplo, hay un caso emblemático, el de piojo, algo que está en Crimen y castigo. Raskólnikov acusa a la vieja usurera de ser un "piojo voraz", un parásito "que vive de chuparle la sangre a los pobres". El General reelaboró esa imagen dostoievskiana del piojo que vive a costillas del pueblo, la potenció simbólicamente, y construyó la figura fantástica del microbio, que es un símbolo de una enorme riqueza, de una gran riqueza política.

–El microbio, Battista –me dijo el General, me cuenta don Diego–, es una especie de piojo interior, que no se contenta con chupar la sangre, sino que se mete en el torrente sanguíneo y ahí, camuflado, parasita a sus anchas.
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–A partir del símbolo piojo, el General pergeñó la imagen peronista del microbio, del traidor interno, el que saca los pies del plato –me explica el viejo, entusiasmado como un adolescente–. Y después, siguiendo su método de análisis y síntesis, dedujo de manera impecable... ¡impecable!, la extraordinaria teoría política de los anticuerpos.

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–Vea, Battista, cuando alguno de los muchachos me viene a ver para denunciar a un traidor, pidiéndome que lo saque por la ventana o que le corte la cabeza, yo le digo siempre: "No, señor, usted está equivocado, ese microbio vale más que cien leales, ese traidor nos sirve, que nadie lo toque, déjelo que siga parasitando y haciendo de las suyas". A un microbio hay que saber valorarlo en su justa medida –me cuenta don Diego que se lo escuchó decir a Perón–, sobre todo hay que saber aprovecharlo, porque indudablemente un microbio robustece al movimiento. ¿Cómo lo hace? Permitiendo que se formen anticuerpos. Sin saberlo, el microbio multiplica y fortalece las defensas internas del organismo. Una vez que esas defensas se ponen fuertes, la organización misma se encarga de hacer limpieza a fondo... y es entonces cuando ¡paf!, se la dan por la cabeza o lo echan a las patadas..
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Un conductor de talento sabe que en política no hay que desdeñar a nadie. San Cayetano y Sodoma, San Ceferino y Gomorra, todos tienen cabida en la gran rueda del peronismo. Los males nunca son absolutos, nunca, los malos tampoco, tengan el nombre que tengan: pícaros, microbios, profesores o doctorcitos. Un conductor de fuste los exprime a todos... a todos les saca el jugo, de cada uno saca una tajada. "Todo el secreto es saber dónde, cómo y cuándo". En un movimiento político como el nuestro, Carlu, que avanza dando rodeos, hasta los traidores más infames tienen sus quince minutos de gloria.
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–Acá el único que propone ideas soy yo –me dijo López–. Yo soy el que ahora da las órdenes en esta casa. Yo soy el espíritu que crea y decide. Cada día soy menos López Rega, y cada vez soy más el General. ¡Un conductor de conductores! –gritó ufano el muy cretino–. Y usted, muzhik de mierda, se me manda a mudar ahora mismo. Acá tiene el pasaje de vuelta a Buenos Aires. Afuera hay un auto que lo está esperando para ir al aeropuerto. Haga la valija, sale ya. ¡Y ojo con abrir la boca! ¡Ojito con abrir la bocota! O te llevás lo del ruso a la tumba, o el ruso te va a llevar a la tumba con él.
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